Donald Trump acaba de cambiar la forma en que los presidentes hablan sobre los ataques terroristas.
Pero aunque las fuertes palabras del mandatario de EE.UU. pueden ser emocionalmente satisfactoria para él y deleitar a sus seguidores, no está claro que represente un marco bien pensado para los cambios en la forma en la que se libra la guerra contra el terrorismo. Y es incluso posible que su arrebato ponga en peligro el proceso de llevar a los terroristas ante la justicia.
En lugar de canalizar el duelo y ofrecer seguridad y determinación, como sus predecesores podrían haberlo hecho después del horror de Halloween en Nueva York, donde murieron ocho personas, Trump amplificó la furia y el deseo de venganza provocado por semejante carnicería.
Arremetió contra el “animal” detrás del ataque del camión, amenazó con arrojarlo a la Bahía de Guantánamo, prometió dar por terminada la lotería de visas que lo habría ayudado a llegar a EE.UU. y calificó el sistema de justicia de “hazmerreír”.
Luego pidió la pena de muerte contra el atacante, lo que plantea dudas sobre si su retórica podría poner en peligro un caso legal contra el agresor al perjudicar a los miembros del jurado
Trump, enfrentando su primer gran ataque en territorio estadounidense como presidente, fue fiel a su personalidad: fue fuerte, políticamente incorrecto y pisoteando.
También politizó el ataque, casi acusando a su principal enemigo demócrata, el senador Chuck Schumer, de permitirlo al alimentar el programa de visas que benefició al presunto atacante inmigrante uzbeko Sayfullo Saipov.
“Lotería de diversidad. Suena bien. No es bueno”, dijo Trump en una reunión del gabinete este miércoles.
Trump rechaza politizar los ataques, a menos de que sea terrorismo islamista
“Fue un hecho horrible, y tenemos que detenerlo, y tenemos que detenerlo”, dijo el presidente, que rara vez pierde la oportunidad de incitar a la lucha contra el radicalismo islámico.
Su enfoque contrastó marcadamente con la medida respuesta al terrorismo adoptada por su predecesor Barack Obama, quien a menudo fue criticado por no medir apropiadamente la ansiedad pública después de los ataques.
El razonamiento de Obama fue que reaccionar visceralmente a tal horror ayudó a los terroristas que quieren dividir a los estadounidenses y difundir el miedo indiscriminado.
Trump tampoco ofreció garantías de que el presunto atacante, que gritó “Dios es grande” en árabe durante el asalto, no era un representante del propio Islam, como un todo, como lo hizo a menudo otro presidente, George W. Bush.