Decenas de personas con maletas aguardan una fila dando la espalda a una tienda de móviles cerrada en Shijiazhuang, capital de la provincia china de Hebei, limítrofe con Pekín. Todas ellas están esperando a que varios autobuses las vayan a recoger. No se van de vacaciones, sino a un centro habilitado por las autoridades locales para pasar una cuarentena. La misma escena de los autobuses se lleva repitiendo toda la semana. Porque en Hebei, según los comunicados oficiales, están en modo de guerra.
Es el término utilizado por las autoridades sanitarias de China para avisar a los ciudadanos de que hay un nuevo brote de coronavirus, que van a comenzar los confinamientos y las pruebas PCR masivas. Shijiazhuang lleva cerrada desde la semana pasada. Más de 500 nuevos contagios, relacionados en su origen con una boda en un pueblo cercano, tuvieron la culpa de que 11 millones de personas tuvieran que encerrarse en sus casas. Además, a las afueras de la ciudad, se está construyendo un “centro de aislamiento” para dar cobijo a alrededor de 3,000 personas en contacto con los positivos.
A lo largo de estos últimos días, la situación ha empeorado y más ciudades se han cerrado. En total, en China, confinadas en sus casas, ya están más de 22 millones de personas. Un número que duplica el primer confinamiento que hubo por el coronavirus.
Este jueves, además, se han reportado 138 nuevos contagios, el mayor número de casos en un día desde hace 10 meses. El último dato destacado es seguramente el más revelador de cómo ha estado de controlada la situación en China y para entender la alarma actual: hoy ha muerto una persona por la Covid-19. Es la número 4,635 en China, según las cifras oficiales. Habría que retroceder hasta el pasado 17 de mayo para encontrar al último muerto por coronavirus en un país con más de 1.400 millones de habitantes.